11M: La tragedia que conmocionó a todo un país

Un día como hoy, hace 21 años, sucedió una de las mayores tragedias en España: los atentados yihadistas contra los trenes de cercanías de las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. Sin embargo, la tragedia no se limitó a la explosión de las bombas, sino que se vio intensificada por todas las conspiraciones, manipulaciones y desinformaciones que se dieron posteriormente.
Uno de los primeros fallos fue la asunción de que el culpable de los atentados había sido ETA. Una acusación que fue hecha, nada más y nada menos que por el propio gobierno. Estas eran las palabras del ministro del Interior de entonces, Ángel Acebes, que salió a declarar en torno a las una de la tarde: “En estos momentos las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y el Ministerio del Interior no tienen ninguna duda de que el responsable de este atentado es la banda terrorista ETA”. “Nadie tiene ningún tipo de duda de que ETA quería cometer un atentado antes de las elecciones”, añadió. Mariano Rajoy, ministro de Aznar en esos momentos, dijo: “ETA hoy ha puesto de luto a la democracia española", a lo que añadió: “con ETA no caben tratos, ni treguas, ni nada”. Acusaciones verdaderamente graves, con una carga de pruebas inexistente, que contribuyeron a esparcir un auténtico desconcierto y desinformación, difundida por parte de los medios de comunicación.
Esa mañana relucían titulares como: “Masacre en Madrid. ETA asesina a más de 130 personas” (ABC); “Matanza de ETA en Madrid” (EL PAÍS); o “Más de 130 muertos en la mayor masacre terrorista de nuestra Historia” (EL MUNDO).

Acompañada de esta avalancha de desinformación, días después aparecieron nuevos bulos. Hay que destacar que el atentado se produjo el día 11, tres días antes de las elecciones generales. Por lo tanto, el trato del mismo no fue usual. Un hijo tenía que estar buscando a su madre por hospitales (en el mejor de los casos) y, tres días después, decidiendo el futuro del país depositando su voto en una urna. Desde luego, era una situación extremadamente delicada, y tanto el Ejecutivo como la oposición eran conscientes. Entre las posteriores manifestaciones de la población se encontraban pancartas que reclamaban que el gobierno de Aznar dijese la verdad.

Pero, ¿qué estaba sucediendo?, ¿por qué la población desconfiaba del Gobierno? Empezó a plantearse un dilema: si era ETA, beneficiaba al PP; si eran los yihadistas, al PSOE. El gobierno popular decidió esperar hasta que fueran las elecciones para que el autor del atentado "no manchase el voto de los españoles" y el partido no se viera perjudicado. Las dudas sobre quién había sido el precursor de la masacre aumentaron al mismo tiempo que las teorías conspiranoicas. La tarjeta del grupo Mondragón, el ácido bórico o la furgoneta Kangoo fueron algunos de los bulos que se desplegaron. Bulos que pusieron en duda el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Incluso habiendo desmentido todas las falacias y demostrado que ETA no tenía nada que ver con el atentado, existían personas que pensaban lo contrario. Todo esto provocó que la sociedad española se fragmentara aún más en el ámbito político. Además, surgió desconfianza hacia las instituciones públicas, lo que puso en peligro las bases de la democracia.
Los acontecimientos se desarrollaron de esta manera por el simple fallo de la asunción de culpabilidad. Aquí los altos dirigentes y medios de comunicación que le apoyaron fallaron. Fallaron a la población, a su deber y a la democracia. Se cegaron por la ambición y dejaron de lado la humildad. Las víctimas y, en sí, la sociedad española no hubieran sufrido tanto si la situación se hubiera afrontado de otra manera. En definitiva, esta tragedia estalló con una bomba; sin embargo, lo que culminó su destrucción fue el ansia de la verdad.
